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El día brillaba con un intenso sol que asaba la piel, muy común en esta ciudad portuaria. Un viejo cubierto con unos inusuales ropajes color café claro y un bastón de madera fina caminaba hacia una gran edificación en donde en el exterior se apreciaban almacenes de varios tipos, tiendas, despensas, salones de medallas y trofeos, entre otros y entre esas tiendas una gran reja ricamente decorada cerrada con una gruesa cadena. El anciano observó el edificio esbozando una sonrisa nostálgica y palpó la cadena con la mano que sostenía el bastón, mientras que con la otra apretaba una bolsa de papel que llevaba con mucho cuidado.
- Disculpe señor – susurró una voz femenina detrás del viejo – no sabía a qué hora vendría así que salí a recorrer el sector.
- No se preocupe, yo tampoco estaba seguro cuando tendría ánimos para venir, entremos por favor.
- Claro, claro, después de usted.
- Gracias mi niña, pero las damas siempre serán primero – insistió el anciano con una reverencia.
Al entrar al patio interior, las rejas oxidadas chillaron casi como un lamento de bienvenida a su nuevo dueño, al tiempo que la joven de bienes raíces cerraba de nuevo la gruesa cadena y el antiguo candado para evitar visitas indeseables mientras se realizaba la reunión.
- Pasemos a la sala principal caballero.
- De acuerdo, pero le repito, nada de formalismos conmigo, Manuelito nomás.
- Bien; aunque es difícil acostumbrarme a decirle así a usted, digo ha sido un fotógrafo tan famoso y codiciado y si la mitad de lo que he escuchado de usted es verdad, entonces es la persona con más suerte en el mundo – decía la joven mientras le abría la puerta donde la transacción se realizaría.
- La mitad de lo que dice la gente son inventos y la otra mitad especulaciones, así que yo me dedico a no creer nada y a desconfiar del resto, mi niña, espero que no le moleste pero traje una botellita para celebrar el contrato y empezar con mi relato, si aun está de acuerdo con que lo haga.
La joven se lo quedó mirando, parecía como si el anciano tuviera dudas de contar lo que se mantenía en su interior, sin embargo ella asintió con una sonrisa; pero antes los negocios y sacando los contratos y las escrituras originales y copias notariadas y realizando las respectivas firmas y sellos, el traspaso de la propiedad donde ellos se encontraban era final y legal en lo absoluto, por lo que cualquier obligación de trabajo quedaba finiquitada.
- Ahora mi amiga, tomaremos vino y escuchará mi historia.
- Tal como lo prometí Manuelito, no puedo evitarlo, siempre me han gustado las historias.
- Y estoy seguro que esta le gustara bastante, mi niña......
El día brillaba con un intenso sol que asaba la piel, muy común en esta ciudad portuaria. Un viejo cubierto con unos inusuales ropajes color café claro y un bastón de madera fina caminaba hacia una gran edificación en donde en el exterior se apreciaban almacenes de varios tipos, tiendas, despensas, salones de medallas y trofeos, entre otros y entre esas tiendas una gran reja ricamente decorada cerrada con una gruesa cadena. El anciano observó el edificio esbozando una sonrisa nostálgica y palpó la cadena con la mano que sostenía el bastón, mientras que con la otra apretaba una bolsa de papel que llevaba con mucho cuidado.
- Disculpe señor – susurró una voz femenina detrás del viejo – no sabía a qué hora vendría así que salí a recorrer el sector.
- No se preocupe, yo tampoco estaba seguro cuando tendría ánimos para venir, entremos por favor.
- Claro, claro, después de usted.
- Gracias mi niña, pero las damas siempre serán primero – insistió el anciano con una reverencia.
Al entrar al patio interior, las rejas oxidadas chillaron casi como un lamento de bienvenida a su nuevo dueño, al tiempo que la joven de bienes raíces cerraba de nuevo la gruesa cadena y el antiguo candado para evitar visitas indeseables mientras se realizaba la reunión.
- Pasemos a la sala principal caballero.
- De acuerdo, pero le repito, nada de formalismos conmigo, Manuelito nomás.
- Bien; aunque es difícil acostumbrarme a decirle así a usted, digo ha sido un fotógrafo tan famoso y codiciado y si la mitad de lo que he escuchado de usted es verdad, entonces es la persona con más suerte en el mundo – decía la joven mientras le abría la puerta donde la transacción se realizaría.
- La mitad de lo que dice la gente son inventos y la otra mitad especulaciones, así que yo me dedico a no creer nada y a desconfiar del resto, mi niña, espero que no le moleste pero traje una botellita para celebrar el contrato y empezar con mi relato, si aun está de acuerdo con que lo haga.
La joven se lo quedó mirando, parecía como si el anciano tuviera dudas de contar lo que se mantenía en su interior, sin embargo ella asintió con una sonrisa; pero antes los negocios y sacando los contratos y las escrituras originales y copias notariadas y realizando las respectivas firmas y sellos, el traspaso de la propiedad donde ellos se encontraban era final y legal en lo absoluto, por lo que cualquier obligación de trabajo quedaba finiquitada.
- Ahora mi amiga, tomaremos vino y escuchará mi historia.
- Tal como lo prometí Manuelito, no puedo evitarlo, siempre me han gustado las historias.
- Y estoy seguro que esta le gustara bastante, mi niña......