Cuando hablamos de masacres en el mundo nos vienen a la mente la guerra de Vietnam, los campos de concentración de los nazis o los bombardeos entre israelíes y palestinos pero pocos realmente rememoran lo sucedido el 15 de noviembre de 1922, una fecha que debería estar tatuada en nuestra memoria y en la de las generaciones que vendrán para evitar su repetición.
En ese año el presidente del Ecuador era el Dr. José Luís Tamayo, ese mismo año la crisis que se venía incubando desde 1914 como consecuencia de las restricciones económicas producto de la Primera Guerra Mundial llegó a límites casi insostenibles para la economía nacional y el Ecuador que dependía casi por entero de las exportaciones de cacao había sufrido un golpe extra cuando bajo el precio del cacao en el mercado internacional. La falta de divisas o para los que no entiendan de economía, de dinero, origino una gran especulación y encarecimiento de la canasta básica.
Pero basta de lecciones de historia, ¿Qué masacre sucedió para tenerme aquí, frente a ustedes hablando de gente que probablemente ya no está con nosotros? Después de los antecedentes que les di se empezó a acrecentar la inconformidad con el pueblo, que es quien elige, quien manda y la llama del conflicto comenzó en el sector de Durán, con la huelga de los trabajadores ferroviarios de la Guayaquil and Quito Railway. Los trabajadores de los carros urbanos de la ciudad paralizan sus actividades el 7 de noviembre, posteriormente los de la empresa eléctrica también se suman a los reclamos y reivindicaciones como el cumplimiento de las 8 horas de trabajo, mejora salarial, aviso en caso de despido con 30 días de anticipación, etc. La noche del 13 de noviembre Guayaquil quedó a oscuras. El movimiento huelguístico se va extendiendo y se desarrolla una gran asamblea de trabajadores.
Como las peticiones no eran atendidas ni escuchadas, se fueron sumando más trabajadores a las protestas.
La oposición salió a la luz. Los administradores incrementaron el precio del transporte, lo cual generó descontento en la clase obrera.
A las dos de la tarde del martes 14 de noviembre de 1922, más de treinta mil obreros huelguistas desfilaron hacia la Gobernación, y le entregaron a Jorge Pareja, el gobernador, un manifiesto con sus peticiones. Determinaron un plazo de 24 horas para la respuesta del presidente José Luis Tamayo.
El ambiente era pesado, se podía respirar la inquietud y el miedo en el país y en especial en Guayaquil. Al amanecer del 15 de noviembre una marcha de 30.000 personas pues se vencía el plazo para que el gobierno respondiera los trabajadores pero el presidente en lugar de favorecer los trabajadores ordeno que los reprimieran, “cueste lo que cueste, para lo cual queda usted autorizado” fueron palabras del presidente Tamayo al general del ejército Barriga quien con su destacamento arremetió contra los trabajadores y sus familias que se dirigían pacíficamente a la gobernación para obtener una respuesta pero en su lugar solo hubieron balas.
Ese día corrió la sangre de niños, ancianos, panaderos y carpinteros, inocentes, curiosos y trabajadores que solo pedían cosas que en esta época parecen normales y lógicas: ser tratados como seres humanos y no como basura para ser aprovechada por los grandes empresarios a quienes el presidente de esa época, el alcalde y el gobernador brindaban ciega devoción en lugar de al pueblo a quienes deben el honor de el poder que manejaban.
Tiempo después como afirman periódicos viejos aparecieron cruces en el rio Guayas hechas de palo pintado con alquitrán y decoradas con flores moradas, típicas de los cerros cercanos, nadie sabe quien las puso, un grupo, una persona pero si se sabe que fueron cientos de ellas en la superficie del agua, flotando y muchos afirmaron que era por la masacre perpetrada por Tamayo y su gobierno.