El anciano se observo en el espejo del baño, los tatuajes en sus brazos cubiertos de arrugas mas marcadas que el día anterior y sus ojeras parecían mas oscuras y profundas.
- Estoy harto - se susurro a si mismo colocándose su dentadura postiza
Sin pensarlo demasiado desempaco ropa que hacia tiempo que no vestía, estaba manchado y apolillado en ciertos sectores. Lanzo un suspiro, observo la persona recostada en la cama y con sumo silencio se vistió con aquel estrambotico traje rojo y blanco mientras salia de su departamento con un portazo.
Con una silenciosa maniobra ingreso al garaje por la puerta de la cocina para desempolvar los frascos que contenían fetos de hule, los empaco junto con el esqueleto del enano que había almacenado en un viejo baúl y luego de llamar a la mujer barbuda desde su teléfono celular tomo su viejo sombrero de copa y el bastón de empuñadura de oro, lanzo un suspiro, sonrió y luego de abrir la puerta principal del garaje se subió a su destartalado automóvil con todo su equipaje y antes de que su esposa pudiera despertarse para preguntarle que estaba haciendo abrió la llave del gas y lanzando su encendedor creo una gigantesca explosión que se empequeñecía conforme su viejo vehículo se alejaba de la escena del crimen.
- Solo falta contactar con la tragaespadas y el hombre perro para retomar la aventura - se dijo a si mismo
sin prestarle atención a las sirenas policiales que se acercaban a la casa en llamas.
A varios kilómetros de distancia una regordeta mujer con hirsutismo dejaba su departamento con una maleta de cuero luego de haber arrancado todos los cables eléctricos y la conexión de gas hasta detenerse en una parada de autobús mientras se susurraba:
- A fin de cuentas, extrañaba la vida en la carretera, me alegra no ser la única.