Con la mano temblorosa David ingreso a la oscura habitación la cual había sido preparada para él. Cadenas y tétricas imágenes adornaban las paredes mientras un mal encarado sujeto lo ataba a una silla sin decir una sola palabra, toda la vida del muchacho parecía dar vueltas por su cabeza mientras un sudor frio inundaba su cuerpo y su corazón palpitaba al punto que por unos segundos casi podía sentir que se le salía de su pecho. “Si lo va ha hacer hágalo rápido” susurro el joven mientras giraba lentamente su cabeza a la izquierda y cerraba los ojos. Una gran varilla de metal perforo su oído derecho una y otra y otra vez derramando grandes gotas de sangre al sucio piso de la habitación mientras un grito ahogado desaparecía en los labios de David congelando el tiempo y los pocos segundos que pasaron se volvieron horas de una tortura interminable hasta que el hombre de aspecto sucio coloco su gran mano sobre el hombro de David y le dijo: “Ya maestro, esta listo”
Su mano aun temblando toco su oreja hinchada y aun sangrante mientras se palpaba la herida aun sangrante y observaba el nuevo arete de nácar que adornaba su oreja y con una leve sonrisa observaba ante sus ojos reflejados en el espejo que observaba aquel lóbulo hinchado que desde ese día el ya no se sentía un niño sino que podía llamarse un adolecente y que tal vez, solo tal vez aquella mujer que vive a dos cuadras de su casa se fije en él con algo mas de ganas y con menos indiferencia que el día de ayer.
