17.9.25

Desde el río hasta el mar

 

Por: Janak Jalilman


Desde el río hasta el mar

la sangre se arrastra como río negro,

mezclada con las cenizas de los que nunca

volverán a pronunciar su nombre.


Los huesos crujen bajo las botas,

los muros se pintan con la grasa ardiente

de cuerpos arrancados de la tierra,

y aún así, nadie escucha.


El sol ya no amanece:

solo incendia la carne,

abre los ojos de los muertos,

y los convierte en faros de odio y memoria.


Desde el río hasta el mar

las madres recogen trozos de hijos,

los esconden en pañuelos ensangrentados

para que no los devoren los perros del silencio.

Los niños no sueñan,
gimen con la boca llena de polvo,
con la garganta atravesada de metralla.
El viento repite sus nombres
como un rezo blasfemo,
como un dios que se alimenta de su inocencia.

La justicia es un cadáver colgado en una plaza,
la libertad un grito que mastican las hienas,
la dignidad un fantasma que araña las paredes
buscando una salida.

Desde el río hasta el mar
solo queda la furia,
un tambor de sombras que retumba en los huesos.
Y aunque el mundo se tape los ojos,
la herida crecerá como tempestad,
hasta tragarse a los verdugos
en su propio mar de sangre.

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