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El anciano se quedó en silencio observando el vacío. En el momento en que dejó de hablar ya era de noche, Jackie comprendía tan solo en parte aquella historia que había escuchado tan atentamente por varias horas, aun no terminaba de entender porqué el viejo le contaba todo eso.
- ¿Cuándo naciste? – preguntó Manuel sin siquiera mirarla.
- En 1970 – le respondió ella.
- Eso dicen los documentos, ¿Cuándo en realidad naciste? – le preguntó nuevamente el viejo.
- No sé lo que trata de decir.
- ¿Quiénes fueron tus padres?
- No lo sé.
El viejo fotógrafo la observó con gran detalle examinando su rostro y sus gestos nerviosos, mientras sonreía complacido por su respuesta, dejó un suspiro y observó su mano izquierda la cual brillaba con una curiosa luz azulada.
- Tengo otra historia que contarte, si tienes tiempo de escucharla – le dijo el anciano al tiempo que las figuras transparentes de Andrés y Josselyn aparecían a ambos lados del viejo sonriéndole a la joven y la mano del anciano brillaba con tal fulgor, que por momentos parecía que volvía a ser el mismo niño de la historia que acababa de relatar.
En ese momento el rostro de Jackie tomó una extraña expresión; sus ojos se cerraron mientras sus labios se entreabrían ligeramente, como si cayera en un estado de trance, su piel caoba se volvió casi transparente al punto que podían distinguirse las venas y arterias en todo su cuerpo. Lanzó un suave suspiro y luego sonrió al tiempo que decía:
- Lo que más tengo es tiempo, es lo que nos sobra a los hijos del abismo – respondió Jackie mientras un fulgor azul destellaba de sus ojos; comprendiéndolo todo por primera vez.