Una
ruta, una carretera abarrotada de gente y en medio del trafico un viejo automóvil es conducido por un joven
delgado y de aspecto descuidado pero agradable, su mirada se encuentra en el camino,
esquivando los obstáculos de conductores impertinentes, pero su mente parece
que se encuentra muy lejos. De improviso, casi por el rabillo del ojo ve una
imagen familiar, se detiene, voltea su cabeza y retrocede con su auto sin
quitar sus ojos grises de una destartalada casona abandonada, la observa como
si le pareciera familiar.
-
- Es mi antigua casa – suspiro sorprendido
mientras la observaba por completo y sus ojos se remontaron a los momentos más
preciosos de su niñez.
Salió
de su auto y sacando un cigarrillo se lo coloco en sus finos labios apoyado en
su automóvil observo su antiguo hogar en silencio. Una sonrisa se dibujo en su
rostro mientras gruesas lagrimas de nostalgia brotaban de sus ojos rememorando
los juegos con su madre y las aventuras con su abuelo, todo se veía tan
sencillo y hermoso hasta que una voz que solo podía suponer era la de su padre
broto de sus recuerdos diciéndole: “Hijo,
ven a ver la consola de video juegos que compre, dicen que una vez empieces
nunca podrás despegarte de ella”
Un
escalofrío recorrió su espalda y todo recuerdo se volvió borroso, tragando
saliva el joven se acerco a la puerta de la casa, observando manchas negruzcas
en las paredes, con algo de temor ingreso al lugar y busco algo, entre los
muebles destrozados sin saber lo que era hasta que se detuvo en su viejo cuarto.
La extraña consola conectada a un vetusto televisor aun en uso y frente a ella
un esqueleto putrefacto usando la misma ropa que el usaba, en ese momento,
intento hallarle una explicación lógica a aquella escena pero antes de poder
encontrar alguna se desvaneció como un espejismo que nunca fue exclamando un
grito de agonía e impotencia mientras que el televisor repetía la misma imagen
una y otra vez: Game Over, Game Over…