Me siento a la hora de almorzar, son aproximadamente la una de la tarde, los colores de la comida se distinguen con facilidad, amarillos, cafés, se ve apetitoso y el aroma transformado en humo se dirige a mi boca donde empiezo a saborear una mixtura de sabores, no los puedo distinguir, aun no he probado bocado, lo que si puedo es saborear el aroma de la carne aun sin haberme metido ningún alimento a la boca. El aire de la maña también se encuentra allí, en el aroma de la comida, se va agonizando para volverse el de la tarde, lo puedo degustar en mis papilas gustativas junto con la comida, es confuso, no se exactamente a que me debería saber esa mezcla de comida que aun no he probado, smog y el viento agonizante de la mañana pero ahí esta, en mi lengua.
Me llevo el primer bocado a la boca mientras observo a mis padres, sus arrugas y sus manos temblorosas, es sopa lo que tengo en mi boca, ¿choclo? Parece por la sensación cálida y difícil de describir, como si fueran grumos de algo mal licuado, no, no es choclo, es coliflor un gustillo de sal extra y un fondo agridulce parece delatar su verdadero sabor. Por un momento observo la sopa sin decir nada de vueltas, sus grumos casi imperceptibles dan vueltas mientras la chuchara amaina el ir y venir del liquido amarillo, aun tengo ese sabor con un dejo amargo en mi boca y algo salado un poco difícil de describir, observo el siguiente plato, canelones de carne, en mi boca mis papilas gustativas se preparan a saborearla e imaginan un millón de sabores.