Es un borrador sobre arte, opinión y literatura de un joven escritor y lo que encuentra en internet.
31.7.11
Cuando la censura le hizo arder el ano a los censuradores(Arte Vs Mentes cuadradas)
23.7.11
Precuela: El Septimo Vertice (Archivo 5)
De inmediato el hombre se volvió hacia ella golpeándola en el rostro con el dorso de la mano de un modo tan brutal que la lanzó contra unos grandes archiveros de metal al final de la estancia “¡Estúpida. Nunca vuelvas a repetir esa ignominiosa palabra!” rugió Gilliam, mientras Cobalt se apresuraba a socorrerla.
La sonda de fibra óptica con que De Souza llevaba a cabo la exploración, contaba con una cámara microscópica en su interior, las imágenes empezaron a verse en el monitor del computador; pronto ella y sus compañeros quedaron asombrados de lo que veían en el interior del perfecto cuerpo del joven que Gilliam había traído.
Sus órganos internos eran extraños, su corazón era un poco más grande de lo normal para un hombre de su estatura, pero bombeaba con lentitud; sus pulmones eran sumamente pequeños, ella comentó que un hombre como él no podía sobrevivir con la escasa cantidad de oxígeno que abarcaban esos pulmones.
Gilliam le dijo que se limitara a continuar la exploración con la boca cerrada, y así lo hizo.
Al bajar un poco más quedó atónita al ver que el estómago estaba reducido a una pequeña bolsita gris y el hígado estaba totalmente atrofiado, reseco; sin ningún funcionamiento. Los riñones eran como dos uvas pasas y los intestinos eran como una retorcida cuerda que serpenteaba sin objeto por el vientre casi vacío del hombre. Su aparato reproductor y su órgano sexual se encontraban, extrañamente, en magnífica forma.
En lo que respectaba al resto de órganos eran inexistentes, y los que quedaban eran apenas vagos recuerdos de lo que son en realidad. Lo único que parecía funcionar con regularidad eran los músculos que estaban en muy buena forma y las venas, de gran tamaño por cierto, donde circulaba lentamente una sangre oscura, casi negra.
Por lo demás y, a pesar de que aparentemente estaban atrofiados; el corazón, los pulmones y el estómago, a su propio ritmo funcionaban bien.
“¿Qué tipo de hombre es este?” preguntó la Dra. De Souza a Gilliam.
- Eso es lo que menos les debe de interesar a ustedes- contestó Gilliam – no están aquí para hacer preguntas, sino para hacer lo que yo les diga.
Amedrentados por las frías palabras de Gilliam, los tres doctores continuaron obedeciendo lo que les decía, y así pasaron varios días sin novedad aparente, hasta que un día, llevando a cabo una de sus ordenes: cortar un mechón de cabello para efectuar un estudio de A.D.N. el Dr. Brennan no pudo cortar los cabellos, parecían suaves al tacto y delicados; pero no hubo bisturí, cuchillo, tijera; ni tan si quiera una sierra que lograra cortar o arrancar un solo cabello del joven que yacía dormido ante él. Al ver esto hubiera sido más fácil extraer un pedazo de piel o un poco de sangre, pero Gilliam había sido categórico al decir que no quería ninguna marca sobre la piel del sujeto.
Es más, por el esfuerzo de intentar cumplir con la orden, Brennan llegó a cortarse profundamente el pulgar izquierdo. Al retirar el guante para efectuar correctamente la curación, una gota de su sangre cayó sobre el rostro del joven durmiente. Todo esto sucedió en fracciones de segundos: Brennan se dio la vuelta sin percatarse de que el muchacho dormido había empezado a inspirar con más fuerza, al momento, abrió los ojos que refulgían a pesar de la excelente iluminación del lugar. Fue De Souza la que notó en uno de los monitores la respiración acelerada y la potente actividad cerebral que se desató de pronto. Miró hacia donde estaba él, y vio que el joven, antes dormido, se incorporaba, vio el temible fulgor en sus ojos y el hermoso rostro desfigurado en una fiera actitud; la rosada boca contraída dejando al descubierto casi toda la dentadura y los largos colmillos amenazadoramente. Quiso dar la voz de alarma a su compañero, pero fue tarde pues con un rápido movimiento, nada propio de alguien que ha estado en sopor comatoso por tantos tiempo, aferró al joven físico por la espalda horadando su garganta mientras a tragos largos, claramente bebía la sangre de su cuello.
De inmediato Gilliam y los otros dos hombres sacaron unas pistolas de tranquilizantes y empezaron a disparar sin descanso sobre los miembros desnudos, hasta que este cayó pesadamente dejando en libertad a su presa, afortunadamente el Dr. Brennan tuvo poco que lamentar aparte de una palidez y una debilidad que duraron un par de días.
16.7.11
Precuela: El Septimo Vertice (Archivo 4)
En un principio se creyó que tal vez los estaban liberando, y hasta empezaron a ofrecerse para salir de esa mazmorra donde estaban, pero luego supieron que no era así cuando, ya quedando menos de ocho personas el joven que los guardaba reveló algo que los dejó sin habla: las personas que se iban servían de alimento para los señores de “arriba.”
Al principio no entendieron lo que les quiso decir, pero como siempre, él no reveló más información. Pensaron de pronto los compañeros científicos, que la decadencia mundial había llegado a extremos insospechados; más el estupor del principio mudó rápidamente a confusión, al recordar que esa misma tarde, todos ellos habían almorzado vegetales. Aun entendieron menos las palabras del joven y extraño guardián.
Pronto; ya solo quedaron ellos tres, los expertos más renombrados del mundo, los científicos jóvenes más laureados; los mejores en sus ramas. Los creadores de tanta desgracia.
Fue la Dra. De Souza quien en algún momento de desolación dijo que hubiera preferido morir de hambre en su favela, que haber aceptado ese patrocinio de estudios. Su sueño siempre fue ayudar a la humanidad, ahora había colaborado a destruirla.
Los tres amigos se abrazaron compartiendo el mismo sentimiento de desgracia y desasosiego; las confesiones llegaron entre lágrimas; el Dr. Brennan recordó su joven esposa y sus pequeños hijos, quienes quizás ya no existirían y por quienes había aceptado esta oportunidad; para crearles un futuro mejor. La Dra. Rossenbaum recordó que había dejado sola a su madre en Israel para cumplir con sus sueños y, haber sido contratada por Excelión había sido como la culminación de todas sus metas.
¡Qué equivocados estaban! No dejaban de repetirse a sí mismos dentro de sus conciencias que, tal vez, sus propias manos habían desarrollado la bomba o el misil que destruyó la casa donde dormían sus seres queridos.
Así los encontraron el Dr. Gilliam y dos extraños sujetos que traían en lo que parecía ser una cámara de hibernación, a un precioso joven de delicadas facciones.
Cuando abrieron la cámara de hibernación y todo el vapor helado se disipó, hasta Cobalt Brennan se quedó extasiado con la belleza del hombre que descansaba dentro de esta criogenia. Tenía la piel blanca como un lirio y de una tersura extraordinaria. Los cabellos eran muy negros, brillaban como si fueran de satén y así mismo eran de suaves al tacto, sus labios de perfectas comisuras eran como dos gotas de sangre sobre el algodón; su cuerpo era de buena estatura y de dimensiones perfectas, al igual que sus manos de dedos largos y delicados. Lo único que se podía considerar como un desperfecto es esa criatura, era una marca, sin duda un tatuaje; con la forma de un árbol que nacía en la base de su nariz de escultura y levantaba sus ramas hasta poblar casi toda su amplia frente; sin embargo, hasta este extraño dibujo le daba al rostro una expresión de serenidad y rara belleza.
Quien notó la extrañeza del tatuaje, sin dejar de maravillarse del sujeto, fue Cira Rossenbaum. En algún lugar había visto ese dibujo, ese árbol le recordaba algo. Algo que ella, sin saber porqué, conectaba con las costumbres de su raza y la religión de sus padres, pero no lograba definir qué.
Mientras ellos se nutrían el alma con la visión casi angélica de este hombre, el Dr. Gilliam no paraba de hablar sobre la suerte de haberlo encontrado, que parecía mentira hasta donde habían tenido que llegar para poderlo hallar. De si la determinación de la Sra. Khalú era impresionante y que debían de inmediato ponerse manos a la obra.
Ellos no entendían de qué hablaba este científico, que por momentos se les antojaba loco de atar, no sabían qué era lo que tenían que hacer con ese joven de sin par belleza que tenían ante ellos. Fue cuando Gilliam les ordenó que tomaran sus signos vitales y llevaran anotaciones de cada reacción que se observara, que de pronto entendieron que habían traído a este hombre para ser examinado, quizás estudiado. Pero ¿Por qué?
Estaba vivo, no cabía duda: a pesar de estar metido dentro de esa cámara helada y de su palidez casi mortuoria el muchacho continuaba con vida. Gilliam le ordenó a Agatha de Souza que trajera uno de esos “infames aparatitos de nano exploración” que tenía para comenzar un reconocimiento del sujeto.
De inmediato la Dra. De Souza obedeció la orden y se colocó los guantes y los visores para empezar una exploración interna del joven que dormía plácidamente, como si le hubieran suministrado un poderoso somnífero. Al introducir la sonda por la boca, lo primero que pudo notar es que, la dentadura del sujeto poseía un par de largos y gruesos colmillos que la asombraron.
Cira Rossenbaum que quedó estupefacta al verlos, murmuró una palabra en su bello idioma, una palabra que nadie más escuchó; excepto Gilliam: “vampirye.”
15.7.11
Cuando el V220 se convirtio en la Mona Lisa ecuatoriana
7.7.11
EL QUIRÓFANO EDICIONES EN LA EXPOLIBRO 2011
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