El silencioso terror que se escondía en las esquinas del poder empezó a mostrarse aquel día, con una simple llamada:“Estoy cansado de huir” Susurro una voz al otro lado de la línea mientras su pesada respiración inundaba el oído de quien lo escuchaba.
- ¿Señor Revilla? – pregunto la persona que había contestado el teléfono.
- Sí.
- Todo el mundo lo ha estado buscando desde su desaparición.
- Sí, todo el mundo – repitió el hombre con voz tensa – pero ya no más, estoy cansado, no quiero huir más.
- ¿Huir? Pensaba que había sido secuestrado o algo peor.
- No, nada más alejado de la verdad. Mire, esta línea no es segura, ellos tienen oídos por todas partes, si quiere saber la verdad solo siga las pistas que le dejare, lo elegí porque usted es listo, siga las pistas.
Se escuchó un “click” y luego el tono muerto de la línea telefónica.
- ¿Quién era? – pregunto una voz femenina.
- ¿Ah? No, número equivocado – mascullo el joven sin entender del todo porque había mentido.
La voluptuosa mujer lo observo con incomodidad y luego de morderse el labio superior por unos instantes le indico que había una persona que lo esperaba.
- Si, dile que pase.
El periodista colgó el teléfono y se acomodó en su silla mientras resoplaba tratando de entender aquella extraña llamada telefónica.
Un hombre alto y de rostro alargado ingreso a la pequeña oficina deteniéndose a pocos pasos de la entrada, como si esperara instrucciones para continuar sus acciones.
- ¿Señor Howard? – pregunto el periodista levantándose de su escritorio para saludarlo.
- Así es, un placer conocerlo finalmente – dijo el alto hombre caminando unos pasos hasta apretar la mano del joven con ligera fuerza.
- Por favor, tome asiento, me dijeron que tenía información sobre la desaparición y posible secuestro del señor Aurelio Revilla.
- Si, información… - susurro observando el pequeño cubículo del periodista – acudí a usted sin dudarlo, es la única persona que se ha mantenido en el caso después de casi dos años sinrastros.
- Soy ligeramente obsesivo – respondió el joven con una amplia sonrisa – pero dígame, ¿Qué pistas puede proveer que no hayan sido investigadas por la policía y otros periódicos más grandes? – pregunto el joven encendiendo su grabadora.
- Mí estimado, ¿Zacarías? – pregunto el alto hombre observando una pequeña placa sobre su caótico escritorio.
- Así es, Zacarías Delgado o como firmo en mis artículos ZD, cualquiera de las dos me da igual.
- Prefiero llamarlo Zacarías si no es molestia.
- Para nada siempre y cuando no le incomode que fume – respondió el periodista encendiendo un cigarrillo.
- En lo absoluto mi estimado caballero. Iré al punto para no hacerlo perder el tiempo, todo tiene que ver con ciertos secretos y organizaciones que…
- Teorías conspirativas ¿eh? – interrumpió el entrevistador exhalando el humo suavemente.
- Si y no – respondió Howard esgrimiendo una fingida sonrisa – En realidad si no fuera por las especiales circunstancias del caso no tendría que encontrarme con usted, solo tendría que firmar un documento y esto habría acabado.
- ¿Es una amenaza? – pregunto Zacarías recostándose en su silla.
- No mi amigo, es un hecho – respondió Howard mientras le extendía un sobre color café claro – esta es toda la información que necesita, publíquela, léala, haga lo que quiera con ella pero deje de buscar, deje que los expertos se encarguen.
El hombre alto se levantó y lentamente se disponía a salir de la pequeña oficina cuando Zacarías dijo algo que detuvo a Howard por completo: “Piscina de sangre”
- ¿Qué fue lo que dijo? – pregunto el hombre alto volteándose lentamente, dejando ver un ligero temor en sus grandes ojos.
- Esa palabra fue la única nota que obtuve después de meses de investigación, eso y un mapa de Canadá, ahora usted se presenta afirmando que tiene pruebas del secuestro y posible muerte del magnate de medios Revilla entregándomelo a mí para ser publicado en este pequeño periódico sensacionalista, discúlpeme si dudo de sus palabras o de lo que contenga este sobre.
El hombre alto sonrió una vez más, esta vez de forma sincera.
- Es usted un joven muy interesante señor Delgado pero por su bien, deje de investigar.
El caballero que se hacía llamar Howard salió de la oficina del periodista sin dejar hablar otra palabra a Zacarías.
- ¿Señor Revilla? – pregunto la persona que había contestado el teléfono.
- Sí.
- Todo el mundo lo ha estado buscando desde su desaparición.
- Sí, todo el mundo – repitió el hombre con voz tensa – pero ya no más, estoy cansado, no quiero huir más.
- ¿Huir? Pensaba que había sido secuestrado o algo peor.
- No, nada más alejado de la verdad. Mire, esta línea no es segura, ellos tienen oídos por todas partes, si quiere saber la verdad solo siga las pistas que le dejare, lo elegí porque usted es listo, siga las pistas.
Se escuchó un “click” y luego el tono muerto de la línea telefónica.
- ¿Quién era? – pregunto una voz femenina.
- ¿Ah? No, número equivocado – mascullo el joven sin entender del todo porque había mentido.
La voluptuosa mujer lo observo con incomodidad y luego de morderse el labio superior por unos instantes le indico que había una persona que lo esperaba.
- Si, dile que pase.
El periodista colgó el teléfono y se acomodó en su silla mientras resoplaba tratando de entender aquella extraña llamada telefónica.
Un hombre alto y de rostro alargado ingreso a la pequeña oficina deteniéndose a pocos pasos de la entrada, como si esperara instrucciones para continuar sus acciones.
- ¿Señor Howard? – pregunto el periodista levantándose de su escritorio para saludarlo.
- Así es, un placer conocerlo finalmente – dijo el alto hombre caminando unos pasos hasta apretar la mano del joven con ligera fuerza.
- Por favor, tome asiento, me dijeron que tenía información sobre la desaparición y posible secuestro del señor Aurelio Revilla.
- Si, información… - susurro observando el pequeño cubículo del periodista – acudí a usted sin dudarlo, es la única persona que se ha mantenido en el caso después de casi dos años sinrastros.
- Soy ligeramente obsesivo – respondió el joven con una amplia sonrisa – pero dígame, ¿Qué pistas puede proveer que no hayan sido investigadas por la policía y otros periódicos más grandes? – pregunto el joven encendiendo su grabadora.
- Mí estimado, ¿Zacarías? – pregunto el alto hombre observando una pequeña placa sobre su caótico escritorio.
- Así es, Zacarías Delgado o como firmo en mis artículos ZD, cualquiera de las dos me da igual.
- Prefiero llamarlo Zacarías si no es molestia.
- Para nada siempre y cuando no le incomode que fume – respondió el periodista encendiendo un cigarrillo.
- En lo absoluto mi estimado caballero. Iré al punto para no hacerlo perder el tiempo, todo tiene que ver con ciertos secretos y organizaciones que…
- Teorías conspirativas ¿eh? – interrumpió el entrevistador exhalando el humo suavemente.
- Si y no – respondió Howard esgrimiendo una fingida sonrisa – En realidad si no fuera por las especiales circunstancias del caso no tendría que encontrarme con usted, solo tendría que firmar un documento y esto habría acabado.
- ¿Es una amenaza? – pregunto Zacarías recostándose en su silla.
- No mi amigo, es un hecho – respondió Howard mientras le extendía un sobre color café claro – esta es toda la información que necesita, publíquela, léala, haga lo que quiera con ella pero deje de buscar, deje que los expertos se encarguen.
El hombre alto se levantó y lentamente se disponía a salir de la pequeña oficina cuando Zacarías dijo algo que detuvo a Howard por completo: “Piscina de sangre”
- ¿Qué fue lo que dijo? – pregunto el hombre alto volteándose lentamente, dejando ver un ligero temor en sus grandes ojos.
- Esa palabra fue la única nota que obtuve después de meses de investigación, eso y un mapa de Canadá, ahora usted se presenta afirmando que tiene pruebas del secuestro y posible muerte del magnate de medios Revilla entregándomelo a mí para ser publicado en este pequeño periódico sensacionalista, discúlpeme si dudo de sus palabras o de lo que contenga este sobre.
El hombre alto sonrió una vez más, esta vez de forma sincera.
- Es usted un joven muy interesante señor Delgado pero por su bien, deje de investigar.
El caballero que se hacía llamar Howard salió de la oficina del periodista sin dejar hablar otra palabra a Zacarías.