Antes de salir al mundo
Mi padre, a quien llamaremos M y mi
madre, la señora O fueron primos, así es, ¡Primos! Un escándalo en su momento y
al mismo tiempo algo mucho más común de lo que se creía, la historia, según me
narraron ellos comenzó de esta manera:
La pequeña muñeca de profundos ojos
negros era la hija de en medio de un abogado especializado en tierras, miembro
fundador del partido comunista y quien en el futuro sería un afamado escritor
en mi país junto con el resto de sus amigos.
Cuando la pequeña O estaba por nacer
en la ciudad de Cuenca por deseo de su madre, su padre, mi abuelo, se
encontraba de cónsul en Argentina y recién había finalizado un cuento sobre una
princesa rusa perdida en el Amazonas, por lo que envió un telegrama para que la
nombraran así. A los pocos días se dio percato que la protagonista de su cuento
vivió una vida terriblemente triste, por lo que escribió otro telegrama para
que no le pusieran este nombre. En esa época los correos eran lentos y cuando
llego esa petición el bebé ya tenía varios días de haber nacido, por lo que la
pequeña se quedó con ese triste nombre.
Mi padre, en cambio, el pequeño M
nació de un hombre que trabajaba en el ferrocarril cuando esa profesión era
bien pagada y honorable, siendo también el hijo del medio y el único varón de
los tres retoños.