En el crepúsculo de estrellas moribundas,
donde los secretos se funden con el vacío,
nos encontramos en entre la noche y el día,
En la esquina donde luna dibuja runas siderales.
Tus palabras fueron ecos en el vacío estelar,
se entrelazan con el murmullo de mis antiguas historias,
mientras la sombra de un ave nocturna
se enciende en llamas para iluminarnos el camino que dejamos atrás.
Con cada paso, los relojes, suspiran sin tregua que el fin esta llegando,
Y a nuestro alrededor los recuerdos flotan como partículas de polvo,
en un ballet de luces que se apagan al alba.
Tus ojos me observan,
reflejando la dicha y tristeza de un destino compartido,
mientras el cáliz del adiós se llena
de lágrimas que se convierten en estrellas fugaces.
El jardín de nuestras memorias esta siempre en flor,
Mezclando los susurros del pasado con el perfume de la ausencia,
Hasta marchitar lentamente el árbol de nuestra felicidad transfigurándolo en lágrimas de cristal.
Estiramos los brazos para alcanzar el sendero que conduce a la eternidad,
donde las promesas,
se desvanecen en un cielo sin vida.
Y así, en el abrazo de un último crepúsculo,
nos despedimos sin palabras,
mientras las constelaciones, testigos silenciosos,
se ciñen a nuestros corazones como un conjuro de despedida.