3.9.10

Los Niños del Abismo 6

Retomando esta novela en línea proseguimos con el capitulo Seis para uds(Si quieren leer lo anterior chequeen los Post anteriores):



- 6-

Era viernes. El sol brillaba en una intensa mañana tropical y la piel algo oscura de la vendedora de bienes raíces empezaba a calentarse con el intenso sol matutino; a pesar de sus ocupaciones su cabeza se mantenía a momentos en otro lugar.

-          Jackie, mi vida, despierta, ¿dónde está tu cabecita hoy? – le hablaba su supervisora con un tono zalamero e insistente.
-          ¿Eh?, disculpa Nicole parece que mi mente no está en el negocio estos días.
-          Presta más atención, el hecho que te conozca desde hace tiempo no quiere decir que voy a ser gentil contigo. Mi autoridad depende de que trate a todos mis empleados por igual.
-          Si, lo siento
-          Ok, sigue con lo tuyo y no te distraigas.

Por unos momentos la joven vendedora volvió a recopilar bienes, a tasarlos según el mercado y a revisar listas de posibles compradores; pero de nuevo su mente volvió a escaparse por la ventana del gran edificio, se paseó por San Marino, siguió las carreteras hasta llegar al centro y regresar con aquel viejo fotógrafo para escuchar de nuevo su historia que la hipnotizaba y la hacía querer saber más.

-          ¿Jackie, estás con nosotros? – preguntó una voz chillona.

La mente de la muchacha regresó de un tirón a su cuerpo despertándose de su sueño diurno.

-          ¿Ah?, lo siento Martha parece que hoy estoy algo indispuesta – se excusó esta al ver a su regordeta secretaria traerle unas carpetas a su escritorio.
-          Pues lo mejor sería que te tomaras el día libre.
-          No lo creo, aunque Nicole sea mi amiga es también mi jefe, si hago eso me descontara el día.
-          Es mejor eso a que te enfermes.
-          Sí, creo que tomarme el día no suena tan mal – murmuró Jackie pensándolo mejor  – Martha, ¿podrías conseguirme para mañana información sobre la casa que le vendí a Manuel Fonseca?
-          Sí, creo que sí pero, ¿para qué?
-          Debo revisar una cosa, ¿podrías tenerlo en mi escritorio a primera hora verdad?

La regordeta chica se sorprendió de aquella petición, Jackie no era de las que miraban atrás, vendía y seguía adelante, sin embargo aquel viejo y aquella propiedad parecían haberla atrapado, ¿estaría enamorada? Se preguntó Martha, aunque aquella idea le pareció absurda. Sonrió y asintió dispuesta a ayudar a su amiga.

-          Gracias, bebé te debo un millón – dijo Jackie dándole un beso al tiempo que salía corriendo de la oficina a tomarse el día libre

Jackie corrió rápidamente escaleras abajo, parecía que su instinto la guiaba hacia aquel viejo fotógrafo, pues ni bien estuvo en la calle tomó un taxi para la antigua casa cuna rogando porque Manuel estuviera allí y   tuviera más recuerdos que compartir con ella.
El transito era terrible. Usualmente lo es a pesar de los puentes y las nuevas vías de acceso siempre es terrible el tránsito en las horas pico, aquella lentitud hacía desesperar a la joven.

-          Señor, disculpe señor, ¿podría apurarse? – solicitó Jackie al chofer.
-          Pero mi niña, mire el tráfico que está adelante, bien difícil que me apure, mire buscaré una ruta más corta, pero lo más seguro es que también esté hecha una mierda, ¿ok?
-          Ok señor, gracias de todos modos – dijo Jackie suspirando desairada por la respuesta del chofer.

Hora y media pasó desde que ella se subió a aquel taxi destartalado. El calor y el tráfico hacían que la desesperación de la joven se hiciera insoportable. Hasta que finalmente llegó a su destino.

-          Gracias – susurró la joven mientras lanzaba los billetes al conductor al tiempo que salía del auto disparada hacia el edificio.
-          Espere mamita, su vuelto – le dijo el taxista sorprendido por el apuro de la muchacha.
-          Quédeselo, quédeselo, no importa – dijo, casi sorprendida de sus propias palabras mientras tocaba la reja repetidas veces esperando que alguien le abriera.

Pasaron diez minutos; pasaron veinte minutos; nadie abrió y Jackie empezaba a desesperarse, empezaba a tener dudas, ¿por qué ese anciano quería contarle su historia a ella justamente?, ¿qué razón existía para aquel extraño trato? Y lo más importante, ¿por qué se sentía tan obligada a cumplirlo?
Parecía que no había nadie en el lugar, Jackie tocó la gran reja una vez más golpeando  los hierros y las cadenas y gritando el nombre del anciano esperando alguna respuesta, mas, hubo solo silencio.

-          No hay nadie – suspiró la chica, cambiando su rostro por uno más desilusionado y triste.
-          Claro que no hay nadie – le interrumpió una voz profunda y sensual – el trato era a eso de las cinco de la tarde, ¿verdad?

Jackie abrió sus ojos como platos y observó el lugar de donde provenía aquella voz.

-          ¡Manuel!, Manuelito al fin llegó.
-          Parece que mi historia se está volviéndose un vicio para ud.

Jackie se sonrojó ligeramente por las palabras del anciano pero solo este sonrió complacido.

-          No se preocupe mi niña, me complace que le guste tanto como para que quiera oír más.
-          Aun así no puedo evitar querer saber: ¿por qué a mí? Y más importante aún, ¿por qué ahora?, necesito saber.

El viejo amplio más su sonrisa dibujando una extraña mueca, como si fuera una máscara de algún viejo teatro, luego aquella sonrisa se esfumó como si nunca hubiera estado en su rostro; la observó detenidamente, primero a los ojos y luego sus labios, su pecho redondeado aquellas curvas de mujer latina difíciles de imitar y sus piernas perfectamente contorneadas y suaves ajustadas en aquellas falda roja que hacía un todo con su blusa del mismo tono.
El viejo finalmente lanzó un suspiro, caminó unos pasos hasta estar a tan solo centímetros de Jackie colocando su brazo izquierdo en la reja y apoyando el derecho en un bastón de madera, el aliento del viejo era suave, hipnotizaba a la joven, parecía una mezcla de menta.

-          ¿Quieres saberlo? – le preguntó casi en susurros Manuel mientras sus labios se acercaban peligrosamente a los labios de Jackie.
-          Si.
-          No es una respuesta fácil de dar, debo estar seguro de que de verdad deseas saberlo – dijo este acercándose unos milímetros más a sus labios.
-          Si, lo deseo – susurró Jackie, casi derritiéndose ante la proximidad de aquel viejo que por alguna razón extraña la hacía temblar como hace tanto tiempo nadie lo había hecho.

El viejo observó los ojos semicerrados de aquella bella joven y sus carnosos y frescos labios dispuestos a recibir un beso, temblorosos y confusos, Manuel no pudo evitar sonreír de nuevo y volver a suspirar, luego se alejó un poco más de ella y abriendo la reja le dijo:

“La explicación, si eres paciente, la tendrás al final de mi historia”

Aquella frase enfureció mucho a aquella joven, había sido paciente ya que su trabajo la había entrenado para eso y también porque aquella historia le era en extremo interesante, pero aquella respuesta confusa y estúpidamente misteriosa no la iba a soportar.

-          Óigame viejo imbécil, mi paciencia tiene un límite, ¿me responderá lo que le pregunté o mejor me largo?
-          ¿Viejo imbécil?, en todos mis años como fotógrafo nunca nadie se había atrevido a insultarme, ni siquiera mis enemigos tenían las pelotas lo suficientemente grandes como para eso – exclamó Manuel  apoyándose dramáticamente en su bastón, al tiempo que se volvía acercar a la joven con una mirada furibunda en sus ojos color miel.

Jackie no supo qué hacer, el viejo por primera vez parecía peligrosamente furioso.
Una risa apagada fue contenida, pero no por mucho tiempo; Manuel empezó a reír en sonoras carcajadas al tiempo que Jackie lo miraba con una mezcla de sentimientos en su interior que incluían furia y confusión.

-          Perdón, ja, ja eres igual que tu madre mi niña...disculpa por la actuación.
-          ¿Mi madre?, ¡ah no! ya me llenó el vaso, ¿de qué chucha habla?
-          Si, es verdad que te debo una explicación a las preguntas que me hiciste, pero, ¿no sería más cómodo hacerlo en el interior y no al pie del edificio?

Jackie lo miró confundida por aquel extraño comportamiento del viejo, por unos minutos no supo qué pensar, hasta que finalmente, tomando una gran bocanada de aire que ayudaba a tranquilizar sus ánimos, asintió de forma afirmativa a la proposición del viejo, solo si  “respondía a sus preguntas antes de seguir con la historia”

-          Y así se hará mi niña, de eso no se preocupe – le respondió Manuel invitándola a pasar.




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