17.4.11

Precuela: El Septimo Vertice (Archivo 2)

Desde el principio ellos y aproximadamente veinte compañeros de apoyo que llegaron de diversos países, encontraron dentro del gran edificio un ambiente de aprehensión. Su contrato decía que ellos vivirían dentro de las cómodas instalaciones del edificio de la farmacéutica, y de hecho así fue pero, aparentemente solo una pequeña fracción de lo que debía ser una larga nómina de empleados asistía por las mañanas a trabajar.
El resto, personas aparentemente alegres pero de mirar frío y lascivo; se presentaban casi siempre, muy entrada la tarde. Ocupaban sus puestos de trabajo, prácticamente reemplazando a los que llegaban por la mañana.
Claro, no era raro que, en una empresa que funcionaba las veinticuatro horas del día, hubiera empleados de segunda y hasta triple jornada. Lo raro en sí,  era el hecho de que eran muchos más de noche que de día, se conocían todos entre sí ; todos tenían extrañas maneras de hablar y expresarse y movimientos pausados y elegantes a la vez que rápidos, era como si estuvieran rodeados de seres inexistentes pero palpables. Después del atardecer, el edificio se llenaba en su totalidad, pero irónicamente adquiría el ambiente de una casa embrujada.
 Lo peor eran las miradas. La Dra. Rossenbaum fue la primera en notarlas. Cada  vez que salía de los laboratorios por cualquier motivo, todas las voces a su alrededor se acallaban y todos, absolutamente todos la miraban fijamente. Podía sentir esas frías miradas recorriendo cada parte de su cuerpo y, a pesar de llevar una larga bata blanca sobre sus ropas, no podía evitar la sensación de exposición. Se sentía desnuda frente a todos ellos.
Cada vez que volteaba, cada rostro que encontraba tenía sus ojos clavados en ella, mirándola con una media sonrisa dibujada en los labios.
Sabía que era bonita, pero esto era demasiado; se sentía casi como debía sentirse la gacela frente al león; la lascivia en sus actitudes podía casi tocarse, era exagerada. Más que lascivia, Cira Rossenbaum hubiera dicho que era apetito.
Pero la verdad es que a los pocos meses de haber llegado, casi se convirtieron en prisioneros de la farmacéutica, y de un extraño sujeto que solo se hacía llamar Dr. Gilliam y  bajo órdenes estrictas y maltrato verbal los obligaba a trabajar día y noche desarrollando fórmulas y engrandeciendo su ciencia, solo con oscuros propósitos.
El Dr. Brennan fue el primero en darse cuenta que ellos, que habían desarrollado su ciencia para el bien de la humanidad, ahora lo hacían para beneficio personal de los misteriosos propietarios de la farmacéutica.
¿Qué hace un físico quántico y técnico atómico en una compañía que hace medicinas? Se atrevió a preguntarlo una sola vez, y ahí empezó su calvario y el de sus compañeras.


10.4.11

RECITAL POÉTICO EN LIBRI MUNDI

Los integrantes del Taller literario El Quirófano y poetas del grupo cultural Buseta de papel darán un recital poético en las instalaciones de la librería Libri Mundi ubicada en el Mall San Marino. Se presentará la antología Imaginarios de varios autores ecuatorianos y el poemario Las islas vírgenes de tu cuerpo de Augusto Rodríguez.

Día: Jueves 14 de abril

Hora: 19:00

Lugar: Libri Mundi de San Marino

ENTRADA LIBRE

6.4.11

Precuela: El Septimo Vertice (Archivo 1)


No se si quede alguien realmente vivo para leer estas anotaciones, supongo que es mi esperanza que me hace escribir estas entradas con el insignificante anhelo de que esto solo será una pesadilla.
Agatha de Souza
Septiembre 12 2012

Todo en la tierra era un mar de caos hasta que “eso” apareció. Excelión era una poderosa empresa farmacéutica que prácticamente apareció de la nada.
Creaba formulas “milagrosas” que acababan con casi todos los males del mundo; incluso, casi al final de los tiempos, habían desarrollado una droga revolucionaria que, aun se estaba probando, pero que ya estaba cosechando buenos frutos curando el conocido Síndrome de Inmuno Deficiencia Humana.
Tenían medicamentos que eran capaces de curar casi cualquier enfermedad por complicada que fuera, algunas en cuestión de días. Además, de que sus propietarios estaban adquiriendo fama de filántropos, puesto que sus medicinas eran de total gratuidad para las personas de bajos recursos económicos, y además donaban casi un %70 de las ganancias para detener la hambruna, le explotación infantil y demás males que, como nunca, en esta época azotaban el planeta.
Al principio, a todos les pareció extraña la aparición de esta nueva empresa, salida de ningún lado pero con las respuestas para todo; opulenta y poderosa proporcionando miles y miles de plazas de trabajo a nivel mundial en una época que ya era de común depresión monetaria.
Se los vio como un milagro.
Sin embargo, bajo la fachada de la industria farmacéutica que desarrollaba drogas milagrosas; detrás de la supuesta filantropía, se escondía una terrible verdad.
Mientras por un lado Excelión era premiado como institución por organismos tan encumbrados  como la OEA y la ONU, por debajo era la que creaba y suministraba armas de alta tecnología, bombas químicas, armas nucleares de todo tipo… es decir, Excelión y toda su fachada de bondad eran un gran fraude.
Para el desarrollo de tantos prodigios, Excelión tenía contratados a los tres mejores científicos, químicos y genetistas de los últimos quince años:
Cobalt Brennan, norteamericano; experto en física quántica y tecnología del átomo.
Agatha de Souza, brasileña; experta en robótica y nanotecnología aplicada al campo médico.
Cira Rossenbaum, israelita; experta en genética, farmacéutica y clonación.
Los tres habían sido trasladados desde sus países natales, con un jugoso contrato y la promesa de que tendrían el apoyo y la ocasión de continuar desarrollando sus experimentos desde Excelión.



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