27.6.16

H2O



Los ojos cafés de Alberto permanecían entre abiertos mientras su pecho parecía partirse con los golpes que su bomba sanguínea pulsaba a través de su torso. El aire que aspiraba a través de la maquina conectada a su tráquea  lo hacía sentirse mareado, como si el mismo oxigeno que le daba vida lo ahogara, una imposibilidad más que obvia pero así lo sentía, una mano lo tomo del hombro y todo el dolor parecía desaparecer, el sufrimiento y los aparatos se desvanecían mientras volvía a sentir  el frio viento y la hierba fresca que había empezado a soñar desde hacía una semana, una mueca de felicidad se le marco en el rostro, a lo lejos estaban las sombras de santos, vírgenes, pulpos de tamaños inconmensurables, delgados seres de piel gris y gigantescos ojos negros, todos en fila sonriéndole e invitándole a pasar a un lugar donde todo era permitido.

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