PRIMER LIBRO
EL NIÑO SIN
MEMORIA
Al
principio, cuando no existían presente, pasado o futuro y todo era un solo
momento; en ese instante se escribió una historia ya olvidada la cual se inició
una noche de luna llena en las inmediaciones de uno de los bosques más
perfectos y verdes del continente de Sorián.
En
ese lugar empezó el recorrido un único protagonista; un niño de extraña apariencia
que no recordaba quién era. Solo recordaba el terror que abrigaba su corazón;
antes de morir de miedo y soledad fue rescatado por manos gentiles que lo guiaron
a una cama mullida y un cálido fuego que calmaron su temeroso corazón haciéndolo
dormir profundamente y entre sueños suspiraba inconsciente: “Estoy
solo, nadie me quiere y estoy solo.”
- Calma
mi niño, todo estará bien – le susurraba una suave voz, despertándolo del
profundo sueño en el que había caído.
Todo
se desvaneció de la mente del muchacho llevándose aquellos recuerdos hasta que
finalmente abrió sus ojos fijándolos en
un techo extraño que no reconocía.
- Que
bien que estés despierto, ahora me dirás qué te pasó - dijo una voz que
provenía del exterior de la habitación donde descansaba el chico.
Una
figura vestida con una túnica blanca y de apariencia rolliza entró a la
habitación con una charola llena de manjares para él, los cuales, en cuanto los
vio los devoró sin demora, a vista y paciencia de la sonriente mujer quien
parecía ser hecha de cristal por la suavidad de su piel.
- ¿Dónde
estoy? - preguntó el joven sin dejar de devorar su comida.
- Estás
en mi casa, soy Edorin, protectora de los bosques del este –decía la joven
mujer, mientras se sentaba en una silla de mimbre.
- Yo
creo reconocer ese nombre – se dijo a sí mismo el muchacho dejando de comer.
- Es
difícil que alguien no conozca a uno de los elfos más antiguos de la tierra.
Cuando
escuchó esas palabras sus ojos se abrieron de par en par y observó las dos
orejas puntiagudas que sobresalían por entre el cabello rubio de la mujer.
- ¡Eres
un elfo! - exclamó sorprendido.
- Lo
soy en verdad, de lo contrario nunca hubiera podido curar tus heridas, que eran
de por sí mortales. ¿Me dirás quién te las hizo?
- No
lo sé, todo está muy confuso, recuerdo muy pocas cosas de mi pasado – decía,
mientras se rascaba su cabeza aun adolorida.
-
Entonces tendremos que averiguarlo poco a poco,
¿recuerdas tu nombre?
-
La verdad es que no recuerdo nada de mí.
-
Bien pues te daré un nombre –dijo la joven dama con una sonrisa – Me
recuerdas a alguien que conocí hace tiempo ya, te llamaremos: Kishiro, si estás
de acuerdo en ello.
-
En realidad, hubo un nombre que recuerdo, no sé si es
el mío, pero en mi sueño era como si lo fuera.
-
¿Y cual será ese?
-
Laitalë.
No hay comentarios:
Publicar un comentario